Z. MARCAS
tado. Tenia treinta
y
dos años
y
preveía la disolución
de las cortes. Después de haber cogido al ministro en
flagrante delito de mala fe. lo derribó , ó por lo menos,
contribuyó mucho á su caída,
y
lo sepultó en el fango.
Todo mini-;tro caído, para volver al poder, tiene
que moo;trarse temible; aquel hombre, que se había
embriagado con lo elevado de su posición
y
que se
creyó ministro por mucho tiempo, reconoció sus cul–
pas; al confesarlas, hizo un pequeño fdvor de dinero
á
Marcas, que se había empeñado durante aquella lu–
cha. Sostuvo el periódico en que éste trabajaba
y
lo·
gró que le concediesen la dirección . Aunque despre–
ciaba á aquel hombre, Marcas, ::¡ue recibía en cierto
modo las arras, consintió en hacer causa común con
el ministro caído. Sin poner en juego aún todas las
baterías de su superioridad, Marcas logró ascender
por primera vez,
y
mostró la mitad de sus dotes . El
ministerio no duró más que ciento ochenta días. Mar–
cas, puesto en relación con algunos diputados, los
manejó como si fuesen un maniquí, dándoles á todos
una idea de su elevado talento. Su maniquí formó, de
nuevo, parte del ministeno,
y
el periódico se hizo mi–
nisterial. El ministerio unió este periódico
á
otro,
únicamente para anular á Marcas , el cual, en esta fu–
sión, tuvo que ceder su puesto á un competidor rico é
insolente, cuyo nombre era conocido y que tenia
puesto ya el pie en el estribo. Marcas volvió á caer en
la más protunda miseria,
y
su altanero protegido co–
nocia perfectamente la profundidad del abismo en que
1
lo sumergía. {Adónde ir? Los periódicos ministeriales,
· advertidos por bajo cuerda, no querían nada con él.
Los periódicos de la oposición se negaban á admitirle
en sus redacciones. Marcas no podía pasarse ni
á
los
republicanos, ni
á
los legitimistas, dos partidos cuyo
triunfo suponía la caída del actual estado de cosas.
- Los ambiciosos gustan siempre de la actualidad,
nos dijo sonriéndose.
Vivió de algunos artículos' relativos á empresas co-