DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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bulevar Mont- Parnasse. Godofredo, ansioso de mos–
trarse digno de sus amigos, no había hecho ninguna
pr~gunta
respecto al barón Bourlac, porque como no
oyese decir nada de él y no encontrase nada en las
cuentas que concernían á aquel asunto, consideró el
silencio que se guardaba sobre la familia de los dos
verdugos de la señora de la Chanterie, ó como una
prueba á la que le sometían, ó como una prueba de
que los amigos de aquella sublime mujer la habían
vengado.
En efecto;
d.osmeses después de su aventura. pa–
seándose, había llegado hasta el bulevar Mont Par–
nasse, había visto á la viuda Va hier
y
le había pe–
dido noticias de la familia del señor Bernard.
-<Quién sabe adónde habrán ido
á
parar esas
gentes, don Godofredo? Dos días después de la expe–
dición de usted, porque para mí fué usted, gran pillas–
trón , el que le quitó el negocio á mi propietario, vi9o
gente que nos desembarazó de aquel viejo gruñón.
¡Bahl en veinticuatro horas se lo llevaron todo,
y
todo
pasó como si no le hubiera visto ni conocido en mi
vida. Nadie ha querido decirme ni una p¡.labra Creo
que se ha marchado para Argel con el band1do de su
nieto, porque Nepomuceno, que tenía una gran debi–
lidad por aquel ladrón y que no vale mucho más que
él, no lo encontró en la Conserjería, y él es el único
que sabe dónde están, pues me dejó plantada
y
se
escapó... ¡Eduque usted niños abandonados! Ya ve
usted cómo le pagan á-un.a
y
cómo le dan mil trabajos.
Aun no he podido reemplazarle,
y
como este barrio
va ganando mucho
y
la casa está toda alquilada.
tengo mucho trahajo.
Godofredo no hubiera sabido nunca nada sobre el
barón Bourlac, á no ser por el desenlace que tuvo
esta aventura,
á
consecuencia de uno de esos encuen–
tros que tienen lugar en París.
En el mes de septiembre, Godofredo bajaba por la
gran avenida de los Campos Elíseos, y, al pasar por