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permite que ésta obre con la rapidez que desearfan las
partes interesadas; pero á eso de las tres, un comisa–
rio de policta, acompañado de unos agentes que ca–
llejeaban por los bulevares, bada preguntas á la
señora Vauthier sobre sus inquilinos. y la viuda au–
mentaba, sin saberlo, las sospechas del comisario de
policía.
Nepomuceno, que se olió"que eran agentes de poli–
da, creyó que iban á prender al anciano, y, como
quería á Augusto . corrió al encuentro del señor Der–
nard, á quien halló en la avenida del Observatorio,
diciéndole:
-¡Señor, escápese usted, vienen á prenderle! Los
alguaciles estuvieron ayer en su casa y lo embargaron
todo. La madre Vauthier, que le tenia á usted e!'lcon–
didos unos papeles timbrados, deda que hoy ó ma–
ñana dormirfa usted en Clichy. Mire. {NO ve usted
aquellos sotacómitres?
Una mirada bastó al antiguo procurador general
para reconocer á los agentes de policla y adivinarlo
todo.
-{Y don Godofredo)
-Se ha marchado para no volver más. La madre
Vauthier dice que era un enviado de los enemigos
de usted...
.
Inmediatamente el barón Bourlac tomó la decisión
de ir á casa de Barbet, y, como que el antiguo librero
vivía en la calle de Sainte-Catberine d'Enfer, llegó á
ella en poco más de un cuarto de hora.
-¡Ahl {Viene usted á buscar su acta de retroven–
ta~,
dijo el antiguo librero respondiendo al saludo de
su vfctima; aquí la tiene usted.
Y, con gran asombro del barón Bourlac, le entregó
el acta, que el antiguo procurador general tomó, di–
ciendo:
-No comprendo...
-Pues {DO ha sido usted el que me ha pagado?
dijo el librero.