DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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que si no había vúelto aquella mañana, era sin duda
porque habitaba ya el palacio de Clichy . Esta broma
de una mujer que tanto le había mimado la víspera,.
devolvió á aquel pobre joven todas sus energías ,
y
corrió á la casa de salud de la calle Basse-Saint-Pie–
rre, presa de gran desesperación al suponer que su
abuelo pudiese estar en la cárcel.
El barón Bourlac había rondado durante toda la
noche la casa de salud, cuya entrada le estaba prohi–
bida, y la casa _del doctor Halpersohn, á quien , como
era natural, quería pedir cuenta de semejante con–
ducta. El doctor no había vuelto
á
su casa hasta las
dos de la mañana. El anciano, que había ido á la una
y media á la puerta del doctor, había llegado paseán–
dose hasta la gran calle de árboles de los Campos
Elíseos, y cuando volvió, á las dos y media, .el por–
tero le dijo que el señor Halpersohn había entrado ,
que dormía ya y que no podía despertarlo.
Al encontrarse á las dos y media de la mañana en
aquel barrio, el pobre padre , desesperado, anduvo
errante por el muelle v por debaj o de los árboles de
los paseos laterales del Cours-la-Reine esperando el
día. A las nueve de la mañana se presentó en casa
del médico, y le preguntó por qué tenía incomunicada
de aquel modo á su hija.
-Caballero, le contestó el doctor, ayer le respondí
á usted de la salud de su hija, pero en este momento
respondo de su vida, y ya comprenderá usted que, en
semejante caso, debo ser respetado. Sepa usted que
su hija tomó ayer un remedio que debe curarla del
humor de la
Plica ,
y que, mientras esa horrible en–
fermedad no haya desaparecido, no estará visible . No
quiero que una emoción muy viva ó un error de mé–
dico nos priven, á mí de la enferma y á usted de la
hija; si se obstina en verla, yo exijo una consulta de
médicos, para ponerme á cubierto de cuanto suceda.
El anciano, muerto de fatiga, se dejó caer en una
silla, pero no tardó en Jevantarse diciendo :