DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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con los setecientos francos al doctor Halpersohn,
acompañada de la siguiente carta, que redactó después
de haber hecho varios borradores:
<'Señor: Los frutos de un trabajo de veinte años,
hecho por mi abuelo, iban
á
ser devorados por usu–
reros que amenazaban su libertad. Tres mil francos
le salvaban,
y
al ver tanto oro sobre la mesa de usted,
no pude resistir á la tentación de libertar
á
mi abuelo,
devolviéndole á la par el salario de sus trabajos. Sin
su consentimiento, he cogido cuatro mil francos; pero
como sólo necesito tres mil trescientos, envio á usted
los setecientos restantes, acompañados de una taba–
quera guarnecida de diamantes que el Emperador re–
galó á mi abuelo, y cuyo valor puede servir para res–
ponder de la suma distraída.
»Aunque no crea usted en
el
honor del que le con–
siderará toda su vida como un bienhechor, si se
digna usted guardar silencio sobre una acción injus–
tificable en cualquier otra circunstancia, salvará usted
á mi abuelo como va usted á salvar á mi madre, y yo
seré toda la vida su fiel
~sclavo.
»AUGUSTO DE MERGI.))
A eso de las dos y media, Augusto, que había ido
hasta los Campos Elíseos, encargó á un mandadero
que dejase en la portería del doctor Halpersohn una
cajita lacrada que contenía diez luises, un billete de
quinientos francos y la tabaquera; después volvió des–
pacio, á pie, á su casa, por
el
puente de lena, los In–
válidos y los bulevares, contando con la generosidad
del doctor Halpersohn. El médico, que se había aper–
cibido del robo, cambió en seguida la opinión que
tenia formada de sus clientes. Se figuró que el anciano
había ido para robarle,
y
que, no habiendo podido
lograrlo, había enviado al muchacho. Puso en duda
los títulos que se atribuían, y se fué en seguida á ha–
cer los pasos necesarios para que se les persiguiese.
La prudencia con que procede la justicia, rara vez