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EL REVERSO
probable que mi abuelo no haya comido hace ya vein–
ticuat ro horas.
-¡O hl ¡pobre gente! exclamó en voz baja el co–
mi ~a rio.
Hizo pa rar el coche, que se había puesto en mar–
cha ya, y dijo una palabra al oído á su ordenanza,
que corrió á hablar con la Vauthier y volvió en se–
guida.
El señor Berton diagnosticó que el señor Bernard,
pues era el único nombre que le conocía, sufria una
fiebre sumamente intensa; pero cuando la viuda Vau–
thier le contó los acontecimientos que motivaban su
estado, del modo qu e acostumbran á contar estas co–
sas las porteras, juzgó necesario notificar al día si–
guien te al señor Alain aquella aventura, y el señor
Alain escribió cua tro letras con lápiz
á
don Nicolás.
La víspera de este día, Godofrcdo, al llegar, había
entregado la obra de las notas
á
don Nicolás, el cual
pasó la mayor parte de la noche leyendo el primer
tomo de la obra del barón Bourlac.
Al día siguiente por la mañana, la señora de la
Chanterie dijo al neófito que, si persistía en su reso–
lución, iba
á
utilizarle inmediatamente para su obra.
Godofredo, iniciado por ella en los secretos financie–
ros de la sociedad, trabajó siete ú ocho horas diarias,
durante mucHos .meses, bajo la dirección de Federico
Mongenod, que iba todos los domingos
á
examinar
la labor, y recibió muchos elogios por sus trabajos.
Cuando todas las cuentas estuvieron planteadas con
claridad, le dijo:
-Es usted una preciosa adquisición para las gen–
tes san tas con quienes vive. Ahora, dos ó tres horas
diarias bastarán para mantener esta contabilidad al
corriente, y el resto del tiempo, si usted sigue aún
con la misma vocación que manifestaba hace seis me–
ses, puede ayudarles.
Corda el mes de julio de r83 8 . Durante todo
el
tiempo que había transcurrido desde la aventura del
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