EL REVERSO
y
su morada, me moriría de pesar... Tenga usted,
lea su carta. Pero {le conoce
usted~
Godofredo leyó lo siguiente:
«Señor barón Bourlac: Las sumas que, por orden
de una dama caritativa, hemos gastado con usted, as–
cienden
á
quince mil francos. Tome usted nota, para
devolver esa cantidad, ya usted
ó
ya sus descendien–
tes, cuando la prosperidad de su familia lo permita,
pues son bienes de los pobres. Cuando esa restitu–
ción sea posible, coloque usted esa suma, de que es.
usted deudor, en casa de los hermanos Mongenod,
banqueros. ¡Que Dios le perdone á usted sus faltas!»-
Cinco cruces formaban la misteriosa firma de esta
carta, que Godofredo devolvió.
-¡Y están las cinco firmas! dijo hablando consigo–
mismo.
-¡Ahl señor, dijo el anciano, usted que lo sabe
todo y que ha sido el enviado de esa dama misterio–
sa, dígame su nombre.
-¡Su nombre! exclamó Godofredo, ¡su nombre!
¡Desgraciado! no lo pregunte usted nunca ni quiera
saberlo. ¡Ah! señora, dijo Godofredo tomando entre–
sus temblorosas manos la mano de la señora de Mer–
gi, si quiere usted que su padre no pierda la razón,
haga que siga en la ignorancia y que no se permita
dar el menor paso.
Un profundo asombro se apoderó del padre, de la
hija y de Augusto.
-'{Pues quién es> preguntó Vanda.
-La que ha salvado á su hija, repuso Godofredo
mirando al anciano, la que se la ha devuelto joven,
fresca, hermosa y reanimada, la que la ha sacado de
la tumba, la que le ahorra á usted la infamia de su
nieto, la que le ha proporcionado
á
usted una
veje~feliz y honrosa, la que les ha salvado
á
ustedes tres ..
~
Al llegar aquí se detuvo un momento.