DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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-¡Es una mujer á quien, siendo inocente, mandó
usted á presidio _por veinte años, exclamó Godofredo.
dirigiéndose al barón Bourlac; á quien prodigó usted,
durante el ejercicio de su ministerio, las más crueles.
injurias, cuya santidad insultó usted, y
á
quien acabó
usted por arrancar una hija deliciosa, enviándola
á
sufrir la más espantosa de las muertes, pues fué gui–
llotinada..•
Godofredo, al ver que Vanda caía desmayada en
un sofá, saltó al corredor, y de éste al paseo de Antín,
y empezó á correr cuanto pudo.
-Si quieres tu perdón, dijo el barón Bourlac á su
nieto, sigue á ese hombre y averigua dónde vive.
Augusto salió como una flecha.
Al día siguiente, á las ocho y media de la mañana,
el barón Bourlac llamaba á la puerta amarilla de la
posada de la Chanterie
y
preguntaba por esta señora al
conserje, el cual le mostró la puerta de entrada. Fe–
lizmente era la hora del almuerzo,
y
Godofredo vió al
barón en el patio por una de las claraboyas que da–
ban luz
á
la escalera; no tuvo tiempo más que para
bajar, entrar en el salón donde estaban todos los co–
mensales,
y
gritar;
-¡El barón Bourlacl
Al oír este nombre, la señora de la Chanterie, sos–
tenida por el abate de Veze, se metió en su cuarto.
-¡No entrarás, engendro de Satán! exclamaba.
Manón, que reconoció al procurador general y que se
puso delante de la puerta del salón. (Vienes á matar
á la
señora~
-Vamos~
Manón, deje usted pasar á ese caba-–
llero, dijo el señor Alain.
Manón se sentó en una silla, como si las dos pier–
nas le hubiesen faltado á la vez.
-Señores, dijo el barón con voz excesivamente·
conmovida, reconociendo á Godofredo y á don José
y
saludando á los otros dos, la caridad da derechos
á.
los socorridos.