DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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-~Le
han pagado á usted?
-Su nieto fué á llevar el dinero esta mañana
á'
casa del alguacil.
.-~Es
verdad que fueron ayer á embargarme
y
á
prenderme?
-~De
modo que no ha vuelto usted
á
casa desde
hace dos días ? preguntó Barbet. Un procurador ge–
neral me parece que ya tiene motivos para saber lo
que son esas cosas. ·
Al oir esta frase, el barón saludó fríamente á Bar–
bet y se encaminó
á
su casa pensando que los agentes
de policía estarian allí á buscar á los autores que vi–
vfan en el segundo piso. lba muy despacio, perdido
en tristes reflexiones , y, á medida que andaba, las
palabras de Nepomuceno le parecían má:i obscuras
é
inexplicables.
~Sería
cierto que Godofredo le había
engañado
y
abandonado? Maquinalmente tomó por la
calle de Notre-Dame des Champs, entró por la puer-1
tecita, que encontlÓ casualmente abierta, y llamó á
Nepomuceno .
-¡Ah señor! ¡venga usted en seguida! ¡Se llevan
al señorito Augusto á la cárcel! Le han cogido en el
bulevar; á él era al que buscaban; ha sido interro–
gado ...
El anciano saltó como un tigre, se trasladó al bu–
levar atravesando la casa y el jardín como una fle–
cha, y pudo llegar bastante á tiempo para ver á su
nieto que subía á un coche entre tre3 hombres.
-Augusto, (qué quiere decir eso? le dijo.
El joven rompió á llorar y se desmayó .
.-Caballero, soy el barón Bourlac, antiguo procu–
rador general, dijo al comisario de policía reconoeién–
dole por su fajín; por favor explíqueme usted lo que
es esto.
-Señor, si es usted el barón Bourlac, lo compren–
derá usted todo en dos palabras: acabo de interrogar
á este joven,
y
desgraciadamente ha confesado ...
-(Qué?