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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

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9

-~Le

han pagado á usted?

-Su nieto fué á llevar el dinero esta mañana

á'

casa del alguacil.

.-~Es

verdad que fueron ayer á embargarme

y

á

prenderme?

-~De

modo que no ha vuelto usted

á

casa desde

hace dos días ? preguntó Barbet. Un procurador ge–

neral me parece que ya tiene motivos para saber lo

que son esas cosas. ·

Al oir esta frase, el barón saludó fríamente á Bar–

bet y se encaminó

á

su casa pensando que los agentes

de policía estarian allí á buscar á los autores que vi–

vfan en el segundo piso. lba muy despacio, perdido

en tristes reflexiones , y, á medida que andaba, las

palabras de Nepomuceno le parecían má:i obscuras

é

inexplicables.

~Sería

cierto que Godofredo le había

engañado

y

abandonado? Maquinalmente tomó por la

calle de Notre-Dame des Champs, entró por la puer-1

tecita, que encontlÓ casualmente abierta, y llamó á

Nepomuceno .

-¡Ah señor! ¡venga usted en seguida! ¡Se llevan

al señorito Augusto á la cárcel! Le han cogido en el

bulevar; á él era al que buscaban; ha sido interro–

gado ...

El anciano saltó como un tigre, se trasladó al bu–

levar atravesando la casa y el jardín como una fle–

cha, y pudo llegar bastante á tiempo para ver á su

nieto que subía á un coche entre tre3 hombres.

-Augusto, (qué quiere decir eso? le dijo.

El joven rompió á llorar y se desmayó .

.-Caballero, soy el barón Bourlac, antiguo procu–

rador general, dijo al comisario de policía reconoeién–

dole por su fajín; por favor explíqueme usted lo que

es esto.

-Señor, si es usted el barón Bourlac, lo compren–

derá usted todo en dos palabras: acabo de interrogar

á este joven,

y

desgraciadamente ha confesado ...

-(Qué?