DE LA loiiSTORIA CONTEMPORÁNEA
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S
samiento,
y
justificada con una idea de abnegación
que halagó
á
aquel niño. El joven se dijo:
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Me per–
deré, pero salvaré
á
mi madre
y
á mi abuelo.))
En esta lucha entre su razón
y
la idea del crimen,
adquirió, como los locos, una singular
y
pasajera ha–
bilidad,
y
en lugar de pedir noticias de su abuelo, dió
á
la conversación
el
mismo sentido que le daba la pre–
gunta del médico . Halpersohn, como todos los gran–
des pensadores, había adivinado la vida del anciano,
de aquel niño
y
de la madre. Presintió ó entrevió la
verdad, que le fué revelada en parte por la baronesa
de Mergi, resultando de todo aquello que sentía cierta
simpatía por sus nuevos clientes, pues respeto ó ad–
miración era incapaz de sentirlos.
-Pues bien, querido mío, respondió familiarmente
al joven barón, ahora le retengo á su madre, pero se
la devolveré joven, hermosa
y
con salud. Es una. de
esas enfermas raras por las que los médicos se inte-
•
resan, sin tener en cuenta además que su madre es
del mismo país que yo. •Tengan usted y su abuelo
paciencia y valor para estar dos semanas sin ver á la
señora ...
-Baronesa de Mergi.
-Si ella es baronesa, usted es barón, replicó Hal-
persohn.
En este momento, el robo se había efectuado ya.
Mientras que el médico miraba su tostada empapada
en chocolate, Augusto había cogido cuatro billetes
doblados y se los había metido en el bolsillo del pan·–
talón , fingiendo que se ponía la mano así por cos–
tumbre . .
-Sí, señor, soy barón. Mi abuelo es también ba–
rón y fué procurador general bajo la Restauración.
-Se pone usted encarnado, joven,
y
el ser barón
y
pobre no es motivo para avergonzarse, pues es cosa
muy común.
-(Quién le ha dicho á usted que nosotros somos
pobres?
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