DE LA H ISTORIA CONT:E:MPORÁNEA
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A eso de las diez se oyó el rodar de un cabriolé
que se detuvo ante la casa, y la viuda exclamó:
-¡Ohl es don Godofredo.
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Inmediatamente, Augusto tomó la llave de su ha–
bitación y subió para ver al protector de su familia;
pero encontró el rostro de Godofredo tan cambiado ,
que no se decidía á hablarle, más el peligro de su
abuelo determinó á aquel generoso niño.
He aquí lo que había pasado en la calle de Chanoi- ·
nesse, y la causa de la severidad que se notaba en el
rostro de Godofredo: Llegado á tiempo, el neófito ha–
bía encontrado' á la señora de la Chanterie y á sus •
fieles en el salón,
y
había llamado aparte á don Nico–
lás para entregarle los cuatro volúmenes del
Espíritu
de las leyes modernas.
Don Nicolás llevó en el acto
aquel numeroso escrito á su cuarto, y bajó para comer.
Después de haber estado un rato hablando de sobre–
mesa, volvió á subir á su cuarto con intendón de em–
pezar la lectura de aquella obra.
Godofredo quedó muy sorprendido cuando, algunos
instantes después de la desaparición de don Nicolás,
recibió un . recado de Manón, por el cual su antiguo
presidente le rogaba que subiese á verle. Subió á casa
de don Nicolás acompañado por Manón, y fué tal su
sorpresa al ver el alterado rostro de aquel hombre tan
plácido y tan firme, que no se fijó siquiera en el inte–
rior del cuarto.
-{Sabía usted el nombre del 'autor de esta
obra~
preguntó don Nicolás, que parecía que volvía
á
ser
presidente.
-No le conozco más nombre que el de señor Ber–
nard, porque yo no he abierto el paquete," respondió
Godofredo.
-¡Ahl ¡es verdad! se dijo don Nicolás, yo mismo
rompí la cubierta. Y
{DO
ha procurado usted averiguar–
sus antecedentes? repuso.
-No. Sé que se casó por amor con la hija del ge–
neral Tarlowski, que su hija se llama como la madre,