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EL REVERSO
ción me valdría cien ó doscientos mil francos, en fin,
todo lo que pidiese. ¡Es una lástima!
-~Y
el trayecto?
-¡Bah! parecerá que va á morirse, pero no se
morirá ... Una vez curada, .tiene vida para cien años.
Vamos, Jacobo, aprisa, á la calle de Monsieur, dijo
al cochero.
Y dejó en el bulevard á Godofredo, que se quedó
alelado viendo partir el carruaje.
-{Quién es ese tipo de hombre vestido de piel de
oso~
preguntó la Vauthier, á quien no se le escapaba
nada.
~Es
verdad lo que me ha dicho el cochero, que
es el médico más famoso de París?
-{Es que le importa á usted algo eso, mamá Vau–
thier~
-¡Ah! nada, nada, repuso ella haciendo muchos
aspavientos.
-¡Qué tonta ha sido usted en no ponerse de mi
parte! dijo Godofredo encaminándose á pasos lentos
hacia la casa. Hubiera usted ganado más que con los
señores Barbet y Metivier, qu_e no le darán nada.
-~Qué
tengo yo que ver con esos señores? repuso
la vieja encogiéndose de hombros. El señor Barbet
es
el
propietario de la casa,
y
nada más.
Hasta dos días después no se decidió
el
señor Ber–
nard á separarse de su hija y á llevarla á Chaillot.
Godofredo
y
el antiguo magistrado iban cada uno á
cada lado de la camilla en que iba la enferma,
y
temía
tanto su padre los sobresaltos de un ataque de nervios,
que iba casi envuelto en los colchones. El convoy
salió
á
las tres
y
llegó
á
la éasa de salud
á
eso de las
cinco, á la caída de la tarde. Godofredo pagó los cua–
trocientos francos, importe del trimestre que se exigía,
y después, cuando estaba dando la propina á los dos
porteros, fué
á
unirsele el señor Bernard, que llevaba
un voluminoso paquete en la mano, y se lo tendió
á
Godofredo, diciéndole:
-Uno de estos hombres que vaya á buscarle á us-