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EL REVERSO
- Yo no, pero mi madre lo era.
- ¡Cómo! {pue¡¡ con quién se había casado su
abuelo de usted el coronel Tarlowski.
-Con una polaca.
-{De qué provincia?
-Con una Sobolewska de Pinsk.
-Bueno. {Es su padre este
señor~
-Si, señor.
- Caballero, le preguntó,
~su
esposa de usted? ...
-Ha muerto, respondió el señor Bernard.
-(Era muy
blanca~
dijo Halpersohn haciendo un
movimiento de impaciencia al verse interrumpido.
-He aquí su retrato, respondió el señor Bernard
yendo á descolgar un magnífico cuadro que contenía
varias preciosas miniaturas.
Halpersohn tentaba la cabeza y la cabellera de la
enferma, al mismo tiempo que miraba el retrato de
Vanda Tarlowska, descendiente de una condesa So–
bolewska.
-C:uénteme usted los desordenes producidos por
la enfermedad.
Y se sentó en la poltrona, mirando á Vanda fija–
mente durante los veinte minutos que duró el relato
alternativo del padre y de la hija.
-{Qué edad tiene esa señora?
-Treinta y ocho años.
-¡Ahl está bien, exclamó levantándose. Me com-
prometo á curarla. No aseguro que recobre el ejerci–
cio de sus piernas, pero curarla, sí. Unieamente que
es preciso meterla en una casa de salud de mi barrio.
-Pero, caballero, mi hija no es transportable.
-Le respondo á usted de ella, dijo sentenciosa-
- mente Halpersohn; pero sólo le respondo de ella con
esas condiciones... (Sabe usted que va á cambiarse
su enfermedad actual por otra enfermedad espantosa,
que durará acaso un año, ó por lo menos seis
meses~
Puesto que usted es su padre, podía venir á ver á la
señora .