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EL REVERSO
peranzas que no pudiesen realizarse, que había reco-
- mendado á su -nieto que guardase silencio sobre sus
tentativas hechas para traer á Halpersohn.
V
anda pa–
recfa estar pendiente de las palabras que salían de la
boca de Godofredo. Estaba encantada, y se hizo tan
ardiente su deseo de ver á aquel estraño judfo polaco,
que fué presa de una especie de locura.
-Polonia ha dac;lo siempre seres singulares y mis–
teriosos, dijo el antiguo magistrado. Hoy, por ejemplo,
además de ese médico, tenemos á Hoene Wronski, el
matemático iluminado, al poeta Mickievicz, Tawianski
el inspirado, y el
sobren~tural
talento Chopin. Las
grandes conmociones nacionales producen siempre
especies de gigantes tronchados.
-·¡Oh! ¡querido papá! ¡qué hombre es usted! Si se
escribiese todo lo que usted dice nada más que para
divertirme, haría usted una fortuna ... pues figúrese
usted, caballero, que mi anciano padre inventa para
mí historias admirables cuando no tengo novelas que
leer, y me duerme de este modo. Su voz me mece, y
t
calma á veces mis dolores con su ingenio... <Quién le
recompensará nunca?... Augusto, hijo mio, debías
besar el sitio donde pone la planta tu abuelo.
El joven levantó hacia su madre sus ojos humede–
cidos por el llanto, y esta mirada, que denotaba una
pasión mucho tiempo comprimida, fué todo un poe–
ma. Godofredo se levantó, cogió la mano de Augusto
y se la estrechó.
-Señora, Dios ha puesto dos ángeles á su lado.
-Sí, ya lo sé. Por eso me reprocho muchas veces
el hacerles rabiar. Ven, querido Augusto, abraza á tu
madre. Caballero, es un hijo que enorgullecería á
cualquier madre. Es puro como el oro, es franco, es
un alma sin pecado, pero un alma demasiado apasio–
nada como la de su pobre madre. Dios sin duda me
ha clavado en el lecho para evitar que haga las ton–
terías que cometen á veces las mujeres ... que tienen
demasiado corazón, añadió sonriéndose.