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EL REVERSO
-{Habrá dejado de ser la filantropía una vanidad?
-Vaya, caballero, dijo vivamente Godofredo, no
deshonre usted la santa caridad católica , la virtud
definida por San Pablo.
Al oir esta respuesta el señor Bernard, empezó á
pasear por el cuarto dando largos pasos .
-Acepto, dijo de pronto. Y el único medio de que
puedo disponer para pagarle á usted es el confi arle
mi obra. Las notas
y
las citas son inútiles para un
antiguo magistrado¡ y, como le he dicho
á
usted ya,
aun me quedan dos meses de trabajo para copiar las
citas. Hasta mañana, añadió dando un apretón de
manos á Godofredo .
-{Habré hecho una conversión? ... se dijo Godo–
fredo, que quedó sorprendido al ver la nueva expre–
sión que había tomado el rostro de aquel anciano al
dar la última respuesta.
Dos días después, á las tres de la tarde, un cabriolé
se detuvo delante de la casa,
y
Godofredo vió salir de
él á Halpersohn, envuelto en un enorme capote fo–
rrado de piel de oso. Durante la noche, el frío había
aumentado
y
el termómetro marcaba diez grados bajo
cero.
El médico judío examinó curiosamente, aunque á
hurtadillas, el cuarto en que su cliente de la víspera
lo recibía,
y
Godofredo vió que un pensamiento de
desconfianza asomaba á sus ojos cual si fuese un
puñal. Esta ligera sospecha hizo experimentar un frío
interior á Godofredo, que se imaginó entonces que
aquel hombre debía ser despiadado é implacable en
sus negocios;
y
es tan natural suponer el genio unido
con la bondad, que no pudo disimular su disgusto.
-Caballero, le dijo, veo que la sencillez de mi:
habitación inquieta
á
usted,
y
espero, por lo tanto,
que no le sorprenderá mi manera de obrar. Aquí
tiene usted sus doscientos francos,
y
he aquí tres
billetes de mil francos, añadió sacando de su cartera
los billetes que la señora de la Chanterie le había