DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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daños que era necesario ·subir antes para entrar en
ella. Hoy, la base de las columnas del pórtico está al
nivel del suelo. El piso bajo primitivo de aquella casa
debe constituir hoy las bodegas. Una escalinata de
algunos peldaños se encuentra á la entrada de esta
torre , adonde sube en espiral una vieja escalera de
caracol cuyo árbol está esculpido en forma de sar–
miento. Este estilo, que recuerda el de las escaleras
de Luis XII del castillo de Blois, se remonta al si–
gl o xtv . Sorprendido de estos mil síntomas de anti–
güedad, Godofredo no pudo menos de decir sonriendo
a l sacerdote:
-Se conoce que esta torre no es de ayer.
-Según se dice, sostuvo el ataque de los norman-
dos
y
formaba parte del palacio de uno de los prime–
ros reyes de París; pero según las tradiciones, es más
probable que haya sido morada del canónigo Fulbert,
tío de Eloisa.
Al acabar estas palabras, el sacerdote abrió la
puerta de la habitación que parecia ser el piso bajo
y que da á los dos patios, pues existe uno interior
y
<>tro exterior.
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En esta primera pieza trabajaba, al resplandor de
un quinqué, una criada cubierta con una cofia de ba–
tista, la cual metió una de las agujas entre sus cabe–
llos, y, conservando la media en la mano, se levantó
para abrir la puerta de un salón que recibía la luz del
patio interior. El traje de esta mu jer recordaba el de
las hermanas de la caridad.
-Señora, le traigo á usted un inquilino, dijo el
sacerdote introduciendo á Godofredo en aquella pieza,
donde se veían tres personajes sentados en sendos
sofás al lado de la señora de la Chanterie .
. Los tres personajes se levantaron
y
la dueña de la
· casa hizo lo prppio; después, cuando el cura señaló
un sillón á Godofredo, y cuando el futuro inquilino se
hubo sentado obedeciendo á un signo de la señora de
la Chanterie, acompañado de e$1la!t usuales palabras:
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