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16

EL REVERSO

sets. Cuando Godofredo se detuvo en el umbral de la

puerta de la casa en que vivía la señora de la Chan–

terie,

el

sacerdote se volvió hacia Godofredo y lo exa–

minó á la luz del farol, que será sin duda uno de los

últimos en desaparecer del centro del viejo París.

-{Viene usted á ver á la señora de la Chanterie,

caballero? le preguntó el sacerdote.

-Si, respondió Godofredo; las palabras que acabo

de oírle decir á un obrero me prueban que esta casa,

si usted vive en ella, tiene que ser saludabe para mi

alma.

-{Ha sido ·usted, pues, testigo de mi derrota?

dijo el sacerdote levantando el picaporte. Ya habrá

visto usted que no he logrado mi objeto.

-Al contrario, me parece que el obrero fué el

derrotado, pues pedía á usted dinero con mucha

energía.

-¡Ay de mil respondió el sacerdote, una de las

mayores desgracias de las revoluciones en Francia es

que cada una de ellas es un nuevo aliento para la am–

bición de las clases inferiores. Para salir de su·con–

dición, para llegar á hacer la fortuna, ·que se consi–

dera hoy como la única garantía social, este obrero

se entrega á esas monstruosas combinaciones que, si

no salen bien, tienen que llevar al especulador á reo.:.

dir cuentas á la justicia humana. He ahí lo que pro–

duce á veces la ociosidad.

El portero abrió una pesada puerta, y el sacerdote

dijo á Godofredo:

-Supongo que vendrá usted por la habitacioncita.

-Si, señor.

El sacerdote y Godofredo atravesaron entonces un

amplio patio, en cuyo fondo se dibujaba, en negro,

una elevada casa, flanqueada por una torre cuadrada

más elevada aún que los tejados y de sorprendente

vetus~ez.

El que conoce la historia de París sabe que

el suelo se ha elevado de tal modo delante y en torno

de la catedral, que no existe vestigio de los doce pel-