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EL REVERSO

bía deseado la víspera. El enfermo resolvió entonces

imitar aquella sencilla conducta.

-La vida social es como la tierra, que nos da en

razón de nuestros esfuerzos, le había dicho su com–

pañero.

Godofredo tenía ya deudas. Por primer castigo,

por primer trabajo, se propuso vivir aislado, pagando

las deudas con su renta. Para un hombre acostum–

brado

á

gastar seis mil francos cuando no tenía más

que cinco mil, el reducirse

á

vivir con dos mil francos

no era pequeña empresa. Leyó todas las mañanas el

periódico

Petites Ajfiches,

esperando ver anunciado

en él algún asilo donde sus gastos 'pudiesen fijarse y

donde pudiese gozar de la sociedad necesaria á un

hombre que quería reconcentrarse en si mismo, exa–

minarse y dar un rumbo á su vida. Las costumbres

de las casas de huéspedes del barrio latino herían su

delicadeza, las casas de salud le parecieron malsanas,

é iba á caer en las fatales irresoluciones de la gente

sin voluntad, cuando llamó su atención el anuncio

siguiente:

Pequeña habitación por sesenta francos al mes, que

puede convenir á un eclesiástico. Se desea un inquilino'

tranquilo,

y

se le darla la comida

y

se le amueblar/a la

habitación á precios moderados en caso de conveniencia

mutua.

Dirigirse á la calle de la Chanoinesse , cerca de No–

tre-Dame, al señor Millet, tendero, el cual dará todos

los injormes que se deseen.

Seducido por la candidez que denotaba este anun–

cio

y

por el perfume de modestia que exhalaba, Go–

dofredo había ido á eso de las cuatro de la tarde á

casa del tendero, el cual le había dicho que la señora

de la Chanterie estaba comiendo en aquel momento

y