DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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sus obstinados trabajos. Las esperanzas que sus pa–
dres, retirados ya del comercio, fundaban en él esti–
mularon su amor propio, sin darle por eso orgullo.
Sus padres vivían sencillamente sin gastar más que
la cuarta parte de sus doce mil francos de renta, y
destinaban sus economías, así como la mitad
de~su
capital, á la adquisición de una notaria para su htjo.
Sometido á las leyes de esta economía doméstica,
Godofredo juzgaba su estado presente tan distante de
los sueños de sus padres y de los suyos propios, que
experimentó un gran desaliento. En las
naturaleza~
débiles el desaliento se convierte en envidia. Mientras
que otros,
á
quienes la necesidad, la voluntad y la re–
flexión obligaban
á
tener talento, marchaban recta y
resueltamente por la vía trazada á las ambiciones de
las clases medias, Godofredo se rebeló, quiso brillar,
frecuentó lugares demasiado alumbrados para él, y
sus ojos quedaron heridos por el exceso de luz. Intentó
medrar, pero todos sus esfuerzos sólo sirvieron para
demostrarle su impotencia. Al ver por fin la falta de
equilibrio que existía entre sus deseos y su fortuna,
tomó odio á las supremacías sociales, se hizo liberal
é intentó hacerse célebre con un libro; pero aprendió á
expensas suyas á considerar al talento con igual res–
peto que
á
la nobleza . Habiendo abordado sucesiva–
mente y sin éxito el notariado, la abogacía y la litera–
tura, quiso ser magistrado.
En este momento murió su padre. Su madre, que,
para las
necesidad~s
de su vejez, se contentó con unos
dos mil francos de renta, le entregó casi toda su fortu–
na. Dueño á los vein ticinco años de diez mil francos de
renta, se creyó rico , y lo era con relación
á
su pasado.
Hasta entonces su vida había sido una serie de actos
sin voluntad, de impotentes deseos;
y,
para marchat'"
con el siglo,
p~ra
obrar. para desempeñar un papel,
intentó entrar en un mundo cualquiera con ayuda de
su fortuna. En primer término encontró el periodismo,
que tiende siempre sus brazos al primer capital que