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EL REVERSO

supiera usted los amargos remordimientos que he

tenido, viniendo del muelle de los Agustinos aquí, por

haber disipado tan locamente mi pequeña fortuna! El

espíritu de la caridad parece que se me ha aparecido

y me ha inflamado con el ardor del iniciado. Quiero

renunciar al mundo, quiero abrazar la vida de esos

señores, y seré digno de ustedes. Hace ya dias que

bendigo á la casualidad que me trajo aquí. Les obe–

deceré á ustedes en todo hasta que me juzguen digno

de ser de los suyos.

-Pues bien, respondió gravemente la señora de

· la Chanterie, después de haber reflexionado, escú–

cheme, porque tengo grandes cosas que revelarle.

Hijo mío, usted ha sido seducido por la poesía de la

desgracia; sí, muchas veces la desgracia tiene poesía,

pues para mí la poesía es un cierto efecto del senti–

miento, y el dolor es un sentimiento. 1Se vive tanto

por el dolor! ...

-Si, señora, he sido cogido por el demonio de-la

curiosidad ... ¡Qué quiere usted! aun no estoy acos–

tumbradQ á penetrar en el corazón de las existencias

desgraciadas, y no voy con la tranquilidad conque

van vuestros tres piadosos soldados del señor. Pero

sépalo usted bien, cuando me propuse entregarme á

usted por completo, fué después de pasado ese mo–

mento de entusiasmo.

-Escuche usted, ángel querido, dijo la señora de

la Chanterie, pronunciando estas dos palabras con

una suave santidad que conmovió profundamente á

Godofredo. Existe una cosa que nos hemos prohibido,

y cuando aquí se ha prohibido una cosa es de una

manera irrevocable, y ni siquiera ocupa nuestro pen–

samiento. Ahora bien; nos hemos prohibido hacer

ninguna clase de especulaciones. Imprimir un libro

para venderlo y esperar sus beneficios es un negocio,

y las operaciones de ese género nos sumirían en t(ldas

las dificultades del comercio. A decir verdad, eso me

parece muy factible y hasta necesario. (Cree usted