DE
LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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-¡Ohl á usted se lo diré todo,
y
de veras que
tengo muchas cosas que contarle. Para empezar me
he encontrado con uno de los infortunios más extra–
ordinarios, con la salvaje unión de la miseria
y
del
lujo,
y
figuras más sublimes de las que han inventado
hasta ahora nuestros novelistas más célebres.
-La naturaleza,
y
sobre todo la naturaleza moral,
está siempre por encima del arte, del mismo modo
que Dios está siempre por encima de sus criaturas.
Pero veamos, dijo la señora de la Chanterie. Venga
usted á contarme su expedición por las tierras desco–
nocidas adonde ha hecho usted su primer viaje.
Don Nicolás y don José, pues el abate Veze se
había quedado algunos momentos en Notre-Dame,
dejaron solos á la señora de la Chanterie y á Godo–
fredo, el cual, bajo la influencia de las emociones que
acababa de experimentar la víspera, lo contó todo con
los más insignificantes detalles
y
con la vehemencia
y
la elocuencia que nos presta la primera impresión de
un espectáculo semejante. Tuvo un gran éxito, pues
la buena y santa señora de la Chanterie lloró, á pesar
de lo acostumbrada que se hallaba á penetrar en los
mayores dolores.
-Ha hecho usted bien en enviarle el acordeón, le
dijo.
-Quisiera hacer mucho más, respondió Godofredo,
puesto que esta familia es la primera que me ha hecho
conocer los placeres de la caridad. Deseo procurar á
ese sublime anciano la mayor parte de los beneficios
de la obra que tiene escrita. No sé si tiene usted bas–
tante confianza en mi capacidad para permitirme que
lleve á cabo semejante empresa. Según los informes
que acabo de tomar, se necesitarían unos nueve mil
francos para tirar mil quinientos ejemplares de ese
libro, cuyo valor mínimo sería entonces de veinticua–
tro mil francos. Como tenemos antes que pagar los
tres mil y tantos francos en que está empeñado el
libro, es preciso arriesgar doce mil. ¡Ahl ¡señora, si