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EL REVERSO

y

fruncidas, expresaban la astucia

y

la avaricia llega–

das á su más alto grado. Finalmente, la boca, hen–

dida, como si fuese una herida, añadía á aquella

siniestra figura la mordacidad de la desconfianza.

Aquella cara pálida y huesosa, pues Halpersohn

era extraordinariamente delgado, y rematada por ca–

b~llos

grises mal peinados, tenía por adorno una larga

barba muy espesa, negra y blanca, que escondía la

mitad de la cara, de modo que solo se le veían la frente,

los ojos, la nariz, los pómulos y la boca.

~

Este amigo del revolucionario Lelewel llevaba un

casquete de terciopelo negro que, comprimiendo fuer–

temente la frente, hacía resaltar el color rubio de ésta,

digno de los pinceles de Rembrandt .

La pregunta que hizo este médico, que llegó á ser

célebre tanto por su talento como por su avaricia ,

causó alguna sorpresa á Godofredo, que se dijo para

sus adentros:

-{Me habrá tomado por un ladrón?

La causa de esta pregunta se veía sobre la mesa y

sobre la chimenea del doctor. Godofredo creía haber

llegado el primero, y llegaba el último. Los consul–

tantes habían depositado en la chimenea"y en el ex–

tremo de la mesa el ·importe de sus consultas, y Go–

dofredo vió allí pilas de monedas de veinte francos,

de cuarenta y dos billetes de mil francos. {Era aquello

el producto de una mañana? Lo dudó mucho y creyó

más bien que aquello sería una sabia invención . Acaso ·

el

avaro, pero infalible doctor, hacía aquello con ob–

jeto de hacer creer á sus clientes, escogidos siempre

entre gente rica, que él no cobraba cantidades insig-

nificantes.

-

Por lo demás , Moisés Halpersohn debía ser pagado

esplendidamente, pues curaba precisamente las enfer–

medades incurables para las que la medicina no da

esperanza alguna.

lgnórase en Europa que los esclavos poseen mu–

chos secretos y que tienen una colección de remedios