DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA .
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al que dos cazadores de gamuzas bajasen con facili–
dad. La magnífica tabaquera de oro tapizada de dia–
mantes con que jugaba distraídamente el anciano
á
los pies del lecho de su hija, era el rasgo de genio
que en la obra de un hombre superior arranca el grito
de admiración. Godofredo miraba aquella tabaquera,
preguntándose por qué no había sido vendida ó em–
peñada, pero se guardó bien de hablar de elio.
- Don Godofredo, esta tarde recibió tal impresión
mi hija cuando oyó el anuncio de su vista, que todos
los extravagantes fenómenos de su enfermedad, que
nos te!lian desesperados hace quince días, han des–
aparecM"o por completo. Juzgue usted, pues, si le
estaré agradecido.
-<Y
yo? exc1amó la enferma con voz zalamera é
inclinando la cabeza con un movimiento Heno de co–
quetería. El señor es para mí el diputado del mundo .
Desde la edad de veinte años, que no sé lo que es un
salón, una velada, ni un baile ... Y le advierto á usted
que me gusta mÚcho bailar, y que me vueÍvo loca por
-el teatro , sobre todo por la música. Pero lo adivino
todo y me traslado á todas partes con el pensamiento.
Leo mucho, y además, mi padre me cuenta las cosas
del mundo ...
· Al oir estas palabras, Godofredo hizo un movi–
miento como para hincarse de rodillas ante aquel po–
bre anciano.
-Si, cuando va á los Italianos, y Jo hace con fre–
cuencia, me describe los trajes y tocados de las damas
y los efectos del canto. ¡Ahl quisiera casarme, en pri–
mer lugar por mi padre, que vive únicamente para mí,
_..del mismo modo que yo vivo por él
y
para él, y des–
pués, por mi hijo, que quisiera que tuviese otra madre
distinta de la que tiene. ¡Ahl ¡señor, qué seres más
perfectos son mi anciano padre...
y
mi excelente
' hijo
l...
Pero también quisiera gozar de salud para
oir á Lablache, á Rubini, á Tamburini, á la Grisi
y
Puritane . ..
Pero...