DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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figuras chinescas . El cenicero, los morillos del hogar.
las palas, las tenazas, todo era del mayor precio.
La mayor de las jardineras ocupaba el centro de
este cuarto,
y
de un rosetón del techo pendía una
arana de porcelana con flores.
El lecho en que yacía la hija del magistrado era
uno de esos hermosos lechos en blanco
y
oro, de ma–
dera esculpida, como los que se hacían en tiempo
de Luis XV. A la cabecera de la enferma había una
bonita mesa de marquetería, donde se encontraban
todas esas cosas necesarias para el que se pasa la
vida en la cama. En la pared había un candelero de
dos ramas, que se adelantaba ó se atrasaba al menor
movimiento de la mano. El lecho, cubierto con una
soberbia colcha
y
coronado de cortinas abovadas por
medio de hierros , estaba lleno de libros, de una ca–
nastilla de labor,
y,
bajo todas estas cosas, Godofredo
hubiera visto difícilmente á la enferma á no ser por
las dos bujías del candelero
m~vil.
No se veía allí más que un rostro de tez blanquí–
simo y ojeroso por el sufrimiento, cuyos ojos tenían
un vivo brillo, y que, por principal adorno, ofrecía
una magnífica cabellera negra, cuyos bucles nume–
rosos, enormes
y
divididos en mechones anunciaban
que el arreglo
y
cuidado de sus cabellos ocupaban á
la enferma una parte de la mañana, como podía su–
ponerse al ver el espejo portátil que había á la cabe–
cera del lecho.
Ninguna de las comodidades modernas faltaba allí.
Algunas chucherías, diversiones de la pobre Vanda,.
probaban que el amor paternal llegaba hasta el delirio.
El anciano se levantó de una magnífica poltrona
Luis XV, blanca
y
oro,
y
dió algunos pasos para salir
al encuentro de Godofredo, el cual, seguramente que
no le hubiese :reconocido, pues aquella fria
y
severa
cara tenia esa expresión de alegría propia de los an–
cianos que han conservado la nobleza de maneras y
la aparente ligereza de los cortesanos . Su bata de casa