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EL REVERSO
sólo los desgraciados pueden ser jueces de la mise–
ria .•. Hoy comprendo que en otro tiempo sin duda
fuí demasiado severo.
-Caballero, yo me contento con saber su nombre.
Yo no puedo disponer de mil escudos, sobre todo
teniendo que pagar
á
Halpersohn y satisfacer sus
deudas de usted; pero le salvaré, si me jura usted no
disponer de su obra sin avisarme, pues es imposible
meterse en un negocio tan importante como ese sin
consultar
á
la gente del oficio. Mis amos son pode–
rosos, y yo puedo prometerle
á
usted el éxito, si me
promete usted guardar un silencio profundo, hasta
con sus hijos, y me jura cumplir su promesa.
·
-El único éxito que yo deseo obtener es la salud
de mi pobre Vanda; porque, caballero, tales sufri–
mientos extinguen en el corazón de un padre todo
otro sentimiento, y el amor á la gloria no es nada
para el que ve la tumba entreabierta.
-Vendré
á
verle á usted esta noche; se espera de
un momento
á
otro
á
Halpersohn, y yo he prometido
ir todos los días
á
ver si llega. Voy á emplear para
usted todo este dia.
-¡Ah! si fuese usted la causa de la curación de mi
hija, créame que le darla mi obra.
-Caballero, dijo Godofredo, yo no soy librero..
El anciano hizo un gesto de sorpresa.
Le he dejado creer que lo era á la anciana Vau–
thier, para conocer mejor los lazos que le tienen
á
us–
ted tendidos.
-Pues {qUién es
usted~
-¡Godofredol respondió el iniciado. Y como es-
pero que me permitirá usted que le ofrezca medios
para que pueda vivir mejor, puede usted llamarme
en lo sucesivo Godofredo de Bouillon, añadió sonrién–
dose.
El antiguo magistrado estaba demasiado emocio–
nado para reírse de esta broma . Tendió la mano á
Godofredo y estrechó la que su vecino le presentaba.