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EL REVERSO
con ella se explicaba la singular escena que había
Qcurrido entre el jardinero y él.
-¡Oh! lo tienen cogido, repuso la portera, porque,
{dónde va á encontrar él nunca mil escudos? Cuentan
drecerle quinientos francos el día en que les entregue
la obra, y quinientos más por cada uno de los volú–
menes que vayan saliendo. El negocio se hace á nom–
bre de un librero que estos dos señores han estable–
cido en el muelle de los Agustinos.
-¡Ah! {aquel pequeñito?
-Sí, ese mismo, Morand, el antiguo dependiente
del s·eñor... {Es cierto que es un negocio en que se
ganará mucho dinero?
-¡Oh! sí, pero también hay que emplear un buen
capital, respondió Godofredo haciendo una mueca
significativa.
Llamaron muy suavemente á la puerta, y Godo–
fredo, alegrándose de aquella interrupción, se levantó
para ver quién era.
-Lo dicho, dicho está, madre Vauthier, dijo Go–
dofredo al ver al señor Bernard.
.-Señor Bernard, exclamó la portera, tengo una
carta para usted.
~
El anciano bajó algunos escalones.
-No, señor Bernard, no tengo carta ninguna, y
quería únicamente advertirle que desconfíe usted de
ese joven, porque es un librero.
-¡Ah! ¡ahora me lo explico todo! se dijo para sus
adentros el anciano.
Y volvió á la habitación de su vecino con la fisono–
mía completamente cambiada.
La expresión fría
'y
tranquila con que se presentó
el señor Bernard contrastaba de tal modo con el aire
afable y francote que tenía anteriormente, que Godo–
fredo quedó sorprendido de tan súbito cambio.
-Caballero, dispense usted que venga á turbar su
reposo; pero desde ayer me colma usted de beneficios,
y el bienhechor da derechos al que proteje.