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EL REV!i:RSO
-Y {CUánto lleva usted por un almuerzo como este
todos los
días~
preguntó Godofredo.
--¡Diantre! señor, sea usted justo, y comprenda
que no se puede dar por menos de seis reales.
-¡Vaya por seis reales! respondió Godofredo.
Pero {Cómo es que sólo piden cuarenta y cinco fran–
cos al mes por la comida en casa de la señora Machi–
llot, cuando pide seis reales por esto?
-¡Oh! señor, buena diferencia va de preparar la
comida para quince personas, á prepararla para una
sola. Vea usted: un panecillo , huevos, manteca, en–
cender el fuego, azúcar, éafé... No olvide usted que
piden tres reales por una sencilla taza de café con
leche en el Odeón, y que aun tiene usted que dar pro–
pina al mozo . Aquí no sufre usted molestia alguna y
almuerza usted en su casa en zapatillas.
-Vamos, está bien, respondió Godofredo.
-A no ser por la señora Cartier, que me provee
de leche, huevos y yerbas, no sé cómo me arreglada.
¡Hay que ver su establecimiento, señorito! ¡Ah! ¡es
una cosa hermosísima! Tienen cinco criados para las
huertas, y me alquilan todos los veranos á Nepomu–
ceno para que vaya á regar... Ganan mucho dinero
con los melones y con las fresas . .. Parece que el se–
ñor se interesa mucho por el señor Bernard, porque
para responder de
~se
modo de todas sus deudas . ..
dijo con dulzura la viuda
V
authier. No sabe usted aun
todo lo que deben... Ahí está la señora del gabinete
de lectura de la plaza de San Miguel, que viene cada
tres ó cuatro días
á
buscar treinta francos, que le
hacen bastante falta á la pobre. No puede usted ima–
ginarse lo que lee esa pobre señora enferma. Siempre
lee que lee: .. En fin, á diez céntimos el volumen, en
.
f
J
tres meses tremta rancos .. ..
-¡Resultan cien volúmenes al mes! dijo Godofredo.
-¡Ah! ahora sale el viejo á buscar la crema y el
panecillo de la señora, repuso la viuda
V
authier. Es
· para el te. Esta señora no vive más que de te, y lo