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EL REVERSO

Ha'tpersohn está ausente y no volverá hasta dentro de

dos días.

En este momento, una voz, que á Godofredo le

pareció fresca y melodiosa y que realmente lo era,

pronunció estas dos expresivas notas: «¡Papá! ¡papá!»

Mientras hablaba con el anciano, Godofredo había

observado ya en las ranuras de la puerta que estaba

enfrente de la de la puerta de entrada, las líneas blan–

cas de una pintura fresca, líneas que revelaban gran–

des diferencias entre el cuarto de la enferma y las de–

más piezas de aquella habitación¡ pero su curiosidad,

tan vivamente excitada, llegó ent.:>nces á su último

grado; su misión benéfica no era ya más que un pre–

texto, y su mayor deseo era ver á la enferma. Se ne–

gaba á creer que ·una criatura dotada de semejante

voz pudiese ser objeto de penas.

-¡Cuánto se molesta usted, papá! decía la voz.

¡Dios míol. .. A su edad, <POr qué no toma usted más

criados?

·-Ya sabes, mi querida Vanda, que no quiero que

te sirva nadie más que tu hijo y yo.

Estas dos frases, que Godofredo oyó á través de la

puerta, le hicieron presentir la verdad. La enferma,

rodeada de lujo, debía ignorar la situación real de su

padre y de su hijo; la bata de seda del señor Bernard,

las flores y su conversación con Cartier, habían hecho

concebir algunas sospechas á Godofredo, que perma–

necía alli alelado .ante aquel prodigioso amor pater–

nal. El contraste entre el cuarto de la enferma, tal

como él se lo figuraba, y el resto de la casa, era

asombroso, como todo el mundo puede juzgar.

Por la puerta del tercer cuarto, que el anciano ha–

bía dejado entreabierta, Godofredo vió dos

camita~

de

madera pintada como las que se usan en las casas

de huéspedes más baratas, y estas camitas estaban

provistas de un jergón y un colchón sumamente del–

gados, sobre los cuales no había más que un cober–

tor. Un pequefío hornillo portátil, semejante al que