EL REVERSO
no sea tan grosera con este caballero, á quien, aparte
de ser un anciano, debe usted el favor de verme alber–
gado aquí.
-¡Bah! exclamó la viuda.
-Si la gente pobre no se ayuda entre sí, (quién la
ayudará? Déjenos usted, señora Vauthier, que yo
mismo soplaré el fuego. Vea usted de meter parte de
mi leña en su bodega, que creo que buena falta ten–
drá usted de ella.
La señora Vauthier desapareció, pues Godofredo,
dándole parte de la leña, acababa de dar pasto á su
avidez.
-Entren ustedes por aquí, señores, dijo Godofredo
haciendo una seña al jardinero y presentando sendas
sillas al deudor y al acreedor.
El anciano permaneció de pie, pero el jardinero se
sentó.
-Veamos, mi querido señor Cartier, los ricos no
pagan tan regularmente como usted dice, y es preciso
no atormentar por algunos luises á un hombre digno.
Este señor percibe su pensión cada seis meses,
y
si
usted se muestra tan exigente, yo mismo le anticiparé
esa suma.
-El señor Bernard percibió su pensión hace veinte
días, y sin embargó no me ha pagado. Sentiría mu–
cho molestarle, pues es parroquiano antiguo.
-¡~óQlol
y (haciendo tanto tiempo que lo co–
noce?...
-Sí, hace seis años que le traigo flores, y siempre
me ha pagado bien.
El señor Bernard, que prestaba oído á todo lo que
pasaba en su habitación sin hacer caso de esta con–
versación, oyó gritos á través de los tabiques y se fué
asustado sin decir palabra.
·
-Vamos, buen hombre, traiga usted al señor Ber–
nard las flores más hermosas que usted tenga, y que
su mujer traiga huevos
y
leche, que yo lo pagaré todo
esta noche.