DE LA' HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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Al día siguiente, Godofredo, acostumbrado á levan–
tarse muy temprano, vió por la ventana á un joven
de unos diecisiete años, vestido con una blusa, que
venía sin duda de una fuente pública, lle·¡ando en las
manos sendos cántaros llenos de agua... La cara de
aquel joven, que no sabía que lo observaban, dejaba
translucir sus sentimientos, y Godofredo no había visto
nunca nada tan sencillo, pero tampoco tan triste. Las
gracias de la juventud estaban ajadas por la miseria,
por el estudio y por las grandes fatigas físicas. El
nieto del señor Bernard llamaba la atención por su tez
d e extraordinaria blancura, realzada por sus negros
cabellos . Hizo tres viajes. Al tercero, vió descargar
una carretada de leña verde, que Godofredo había
pedido la víspera, pues el invierno tardío de
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empezaba á dejarse sentir, y había nevado un poco
durante aquella noche.
Nepomuceno, que acababa de empezar su tarea del
c;lia yendo
á
buscar aquella leña, hablaba con el jo–
ven, esperando á que el serrador le diese la carga que
tenia que subir. Era fácil adivinar que el frío que se
había echado encima de repente inquietaba al nieto
del señor Bernard, y que la vista de aquella leñll y del
color grisáceo del cielo le recordaban la necesidad de
hacer su provisión. Pero de pronto
el
joven, como si
se hubiese reprochado el haber perdido aquel tiempo
precioso, tomó los dos cántaros y entró precipitada–
mente en la casa. En efecto; eran las siete y media,
y al oírlas en el reloj del convento de la Visitación, se
acordó de que
á
las siete y media tenía que estar en
el colegio de Luis el Grande. En el momento en que el
joven entraba, Godofredo iba á abrir
á
la señora Vau–
thier, que acudía
á
encender el fuego de su nuevo ve–
cino, de modo que éste fué testigo de una escena
ocurrida en el descansillo de la escalera. Un jardinero
de la vecindad, después de haber llamado varias ve–
ces
á
la puerta del señor Bernard, sin que hubiese acu–
dido nadie, pues la campanilla estaba obstruida con
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