DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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gido á usted lo mejor que tenemos... ¡Vea usted qué
bonitas cortinas de seda y qué cama de caoba que no
está
picada de las chinches!...
Ha pertenecido al prín–
cipe de Wissembourg, y proviene de su palacio.
Cuando dejó la calle de Luis el Grande, en r
809,
era
yo cocinera suya. De alli pasé, en esa fecha, á ia casa
de mi propietario.
Godofredo detuvo el flujo de las confidencias pa–
gando el mes por adelantado
y
dándole también por
adelantado á la señora Vauthier los seis francos para
que le limpiase la habitación. En aquel momento oyó
ladrar, y si no hubiese estado prevenido por el señor
Bernard, hubiese creído que su vecino tenia un perro
en casa.
-{Ladt:a ese perro de noche!
-¡Ohl no tenga usted cddado, señor, y tenga pa-
ciencia, que no le queda que sufrir más que esta se–
mana. El señor Bernard no pagará el mes y lo echa–
remos á la calle. Crea usted que son gentes muy
raras. Yo no les he visto nunca el perro. Ese animal
sólo se oye por meses, {qUé digo? pasan á veces seis
meses sin que se le oiga,
y
por lo tanto, es de creer
que no tengan perro alguno. De todos modos, si lo
tienen, no sale de la habitación de la señora. Tienen
una señora que está muy enferma¡ desde que ha en–
trado aquí no ha vuelto á salir de su cuarto. El an–
ciano señor Bernard trabaja mucho y su nieto también,
que está de externo en el colegio de Luis el Grande,
acabando el bachillerato á los dieciséis años. ¡Es muy
travieso! ... ¡pero también es verdad que trabaja como
un condenado!. .. Ahora les sentirá usted quitar las
flores del cuarto de la señora, pues aunque ni el
abuelo ni el nieto no comen más que pan, compran
flores y golosinas á la señora._.. Muy mala debe estar
esa señora cuando no ha salido desde que ha entrado
aquí, y, según dice el señor Berton, el médico que
viene á verla, sólo saldrá con los pies hacia adelante.
-Y {qué hace el señor Bernard?