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EL REVERSO
tenido más remedio que cambiar de opinión, y á estos
fenómenos se deben las investigaciones hechas en
estos últimos tiempos sobre las enfermedades nervio–
sas, pues han clasificado este extraño estado entre el
grupo de las neurosis. La última consulta de estos
señores dió por resultado la supresión de la medicina;
acordaron que era preciso dejar obrar á la naturaleza
y estudiarla, y, desde entonces, no tengo más que un
médico, que es el de los pobres de este barrio. En
efecto, basta aliviar los dolores
y
dar paliativos cuando
no se conocen las causas de la enfermedad.
Dicho esto,
el
anciano se detuvo como fatigado de
hacer aquella espantosa confidencia.
-Desde hace cinco años, repuso, mi hija vive entre
las alternativas de alivio y de recaídas continuas, pero
no se ha presentado ningún fenómeno nuevo. Sufre
más ó menos con esos ataques nerviosos tan variados
que he indicado á usted someramente, pero lo de las
piernas y la perturbación de las funciones naturales
son constantes. La indigencia en que estamos y que
no hace más que crecer, nos ha obligado á dejar la
habitación que yo había tomado, en
1829,
en el barrio
del Roule; y, como mi hija no puede soportar el cam–
bio, que ha estado á punto de matarla ya dos veces,
la primera al traerla á París, y después al transpor–
tarla del barrio de Beaujon aquí, tomé inmediata–
mente la habitación que ocupo, preveyendo las des–
gracias que no tardaron en caer sobre mí, pues
después de veinte años de servicios, el gobierno me
hizo esperar la percepción de la pensión hasta
1
833.
Sólo hace seis meses que la recibí, y el nuevo go–
bierno unió
á
tantos rigores el de no concederme más
que
el
mínimum.
Godofredo hizo un gesto de asombro que pedía una
confi:!encia total; el anciano lo comprendió así, porque
prosiguió, no sin lanzar al cielo una mirada acusadora.
-Soy una de las mil víctimas de las reacciones
políticas. Oculto mi nombre, objeto de muchas ven-