DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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ganzas, y si las lecciones de la experiencia deben ser
aprovechadas por las generaciones futuras, acuérdese
usted, joven, de que nunca debe nadie prestarse á los
rigores de ninguna política... No, no es que yo me
arrepienta de haber cumplido con mi deber: mi con–
ciencia está perfectamente tranquila; pero los poderes
de hoy no tienen ya esa solidaridad que une á los
gobiernos entre sí aunque sean opuestos; y si se re–
compensa el celo, es por efecto de un miedo pasajero.
El instrumento de que se ha servido, por fiel que le
sea, queda olvidado tarde ó temprano . Aquí tiene
usted en mí á uno de los más firmes sostenes del go–
bierno de los Borboncs de la rama mayor, como lo
fui del gobierno imperial, y, sin embargo estoy en la
miseria. Demasiado orgulloso para tender la mano,
nunca se pensó en que sufro inauditos males. Hace
cinco días, caballero, el médico del barrio que cuida
á
mi hija, ó, mejor dicho, que la observa, me dijo
que no juzgaba posible la curacirn de una enfermedad
cuyas formas variaban cada quince días. Según él, las
neurosis son la desesperación de la medicina, porque
sus causas se
encuentra~
en un sistema inexplorable.
Me dijo que acudiese á un médico que pasa por ser
un empírico; pero me advirtió que era un extran–
jero, un judío polaco refugiado, que los médicos le
tienen envidia por algunas curas extraordinarias de
que se ha hablado Jll.Ucho, y algunas personas le creen
muy sabio y muy hábil. Unicamente que es muy exi–
gente y desconfiado; escoge
á
sus enfermos y no
pierde el tiempo. En fin, es comunista... y se llama
Halpersohn. Mi nieto ha intentado en vano por dos
veces ver á ese médico , y si no hemos recibido ya su
visita, me parece adivinar el por qué...
-{Por qué? dijo Godofredo.
-¡Oh! mi nieto, que tiene ya dieciséis años, está
peor vestido que yo, y {querrá usted creer, caballero,
que no me atrevo
á
presentarme en casa de ese mé–
dico? mi traje está poco en consonancia con lo que se