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EL REVERSO
-Al parecer, es un sabio, 6scribe, va á trabajar
á
las bibliotecas, y el señor le compra lo que él com–
pone.
-(Qué señor?
.
.
-Mi propietario, el señor Barbet, el antiguo hbrero
· que estuvo establecido hace dieciséis años. Es un
normando que vendía ensalada en las calles, y que
puso un puesto de libros viejos en los muelles el
año
1818;
después logró poner una pequeña tienda,
y ahora es muy rico. Es una especie de judio que
ejerce treinta y seis oficios, pues parece que está aso–
ciado con el italiano que hizo construir esta casa para·
criar gusanos de seda.
- {De modo que esta casa es el refugio de los au–
tores desgraciados? dijo Godofredo.
-{Es que el señor tiene también la desgracia de
ejercer esa profesión? preguntó la viuda Vauthier.
-Ahora la empiezo, respondió Godofredo.
-Pues mire usted, señor, todo el mal que le deseo
es que no pase usted de ahí. .. Periodista pase, pero
lo demás...
Godofredo no pudo menos de reirse, y dió las bue–
nas noches
á
aquella portera que, sin saberlo, repre–
sentaba
á
la burguesía. Al acostarse en aquel horrible
cuarto cuyo piso era de ladrillos encarnados y cuyas
paredes estaban cubiertas con un papel de treinta y
cinco céntimos el rollo, Godofredo echó de menos, no
sólo su habitación de la calle de la Chanoinesse, sino
también la sociedad de la señora de la Chanterie.
Sintió en su alma un gran vacío. Había adquirido ya
ciertos hábitos, y no recordó haber experimentado
semejantes molestias en ninguna ocasión de su vida
anterior. Esta comparación produjo un efecto prodi–
gioso en su alma, comprendió que ninguna vida po–
día valer lo que valía la que intentaba abrazar, y su
resolución de llegar
á
ser émulo del buen padre Alain
fué irrevocable. No tenía vocación, pero tuvo vo–
luntad.