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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

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57

-Yo, dijo Godofredo continuando después de una

pausa, no tengo nada, pero puedo mucho; le traeré á

usted al médico judío,

y

si su hija tiene cura, se cu–

rará. Ya buscaremos el medio de recompensar á ese

Halpersohn.

-¡Oh! ¡si mi hija se curase, haría un sacrificio que

sólo puedo hacer una vez! exclamó el anciano. ¡Ven–

dería mis últimos recursos! ...

-No tendrá usted necesidad de hacerlo.

-¡Ah! ¡la juventud! ¡la juventud!. .. exclamó

el

anciano meneando la cabeza... Adiós, caballero, ó

mejor dicho, hasta la vista. Ya es la hora de ir

á

la

biblioteca,

y

como he vendido todos mis libros, tengo

que venir aquí todos los días para hacer mis traba–

jos... No olvido las promesas que acaba usted de

hacerme,

y

veremos si me concede usted los favores

que he de pedirle como vecino. Esto es todo lo que

espero de usted.

-Sí, déjeme que sea su vecino, porque no ol–

vide usted que Barbet no es hombre que sufra mu–

cho tiempo la falta de puntualidad en el pago,

y

peor

compañero de miseria que yo podría usted encon–

trar... Ahora le ruego que me crea

y

que me permita

serie útil.

·

-Y (COn qué

interés~

exclamó el anciano, que se

disponía á bajar los escalones del claustro de los Car–

tujos, que era por donde se iba entonces del Luxem–

burgo á la calle del Enfer.

-(No ha hecho usted nunca ningún

fa~or

á nadie

durante el ejercicio de sus

funciones~

El anciano miró á Godofredo con las cejas fruncidas

y

los ojos llenos de recuerdos, ·como el hombre que

compulsa el libro de su vida y que busca en él la

acción á que pudiera deber tan raro agradecimiento,

y

después se volvió fríamente haciéndole un saludo

lleno de duda.

-Vamos, para ser la primera entrevista, no se ha

mostrado tan adusto, se dijo el iniciado.