DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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que ella nos ha dictado, aunque se hicieron escrupu–
losamente, no dieron ningún resultado. Por ejemplo,
mandó que le envolviesen en un cerdo recientemente
degollado; después mandó que le introdujesen en las
piernas puntas de acero muy imantado y candente...
que la cubriésemos la espalda con una capa de lacre
derretido... ¡Y qué desastres, caballero!. .. Se le caye–
ron los dientes, se puso sorda y muda, y seis meses
después de mutismo absoluto y de sordera completa,
recobró de pronto el oído y la palabra. Con la misma
facilidad que· las perdió, recobró también el uso de
las manos: pero los pies hace siete años que los tiene
inútiles... Sufrió síntomas y ataques de hidrofobia
muy pronunciados y perfectamente caracterizados.
No sólo la presencia del agua, el ruido del agua
y
la
presencia de un vaso, de una taza, la ponían furiosa,
sino que ha contraído el ladrido de los perros, un la–
drido melancólico, algo así como los alaridos que se
oyen cuando se toca el órgano. Ha estado varias veces
en la agonía y ha sido sacramentada,
y
ha vuelto á la
vida para sufrir con toda su razón y con toda su cla–
ridad de alma, pues las facultades del espíritu y del
corazón están aún sanas... Si ella vive, cab.allero , en
cambio causó la muerte de su marido y de su madre,
que no pudieron soportar semejantes crisis... ¡Ay de
mil señor... lo que le digo á usted no es nada .
To4as.
las funciones naturales están pervertidas, y la medi–
cina es la única que puede explicar estas extrañas
aberraciones de los órganos... Y en este estado es
como he tenido que conducirla á París en
1829,
pues los dos ó tres médicos célebres de París á quie–
nes me he dirigido, Desplein, Bianchón y Handry ,.
todos han creído que quería engañarles. El magne–
tismo era entonces enérgicamente negado por las
academias, y sin poner en duda la buena fe de los
médicos de provincia y la mía, suponían alguna inob–
servación, ó, si quiere usted, una exageración muy
común en las familias y en los enfermos. Pero no han