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EL REVERSO

Godofredo se encaminó en seguida

á

la calle del

Enfer, al número que le había indicado el señor Alain,

y encontró allí al doctor Berton, hombre frío

y

severo,

que le dejó asombrado confirmándole la exactitud de

los detalles que le había dado el señor Bernard sobre

la enfermedad de su hija. Allí obtuvo la dirección de

Halpersohn.

·

Este médico polaco, que se hizo después tan céle–

bre, vivía á la sazón en Chaillot, en la calle de Mar–

beuf, en una casita aislada, cuyo primer piso ocupaba.

El general Román Zarnowicki ocupaba el piso bajo,

y

los criados de ambos refugiados vivían en la bohar–

dilla de aquella pequeña casa, que sólo tenía un piso.

Godofredo no pudo ver al doctor, porque, según le

habían dicho, había salido á provincias llamado por

un enfermo rico; pero casi se alegró de no encontrarle

porque, llevado de su precipitacion, iba sin dinero,

viéndose obligado á volver á la calle de la Chanterie

á buscarlo.

Estas correrías

y

el tiempo que invirtió en comer

en una fonda de la calle del Odeón, bastaron para

que llegase la hora en que Godofredo había quedado

en ir á tomar posesión de su nueva habitación de la

calle de Mont-Parnasse. Nada más miserable que el

mobiliario con que la señora Vauthier babia amue–

blado los dos cuartos. Parecía que aquella mujer es–

tuviese acostumbrada á alquilar habitaciones que no

hubiesen de ser habitadas. Evidentemente, la cama,

las sillas, la mesa, la cómoda

y

las cortinas prove–

nían de subastas judiciales en que el usurero se

había quedado para sí los muebles, al ver que no

podía ebtener su valor intrínsico, cosa bastante fre–

cuente en casos análogos.

La señora Vauthier, con los brazos en jarras, es–

peraba

á

que le diese las gracias,

y

habiendo tomado

la sonrisa de Godofredo por una sorpresa, le dijo con

aire triunfante:

-¡Ah! mí querido señor Godofredo, le he esco-