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EL REVERSO

papeles, tuvo una disputa bastante grosera con el jo–

ven, exigiéndole el dinero que le debían por las flores

que les había traído. Como este acreedor levantase

la voz, el señor Bernard apareció y le dijo á su nieto:

-Augusto, vístete, que ya es hora de ir al colegio.

El anciano cogió los dos cántaros

y

los metió en la

primera pieza de su habitación, donde se veían flores

en jardineras; después cerró la puerta y volvió á ha–

blar con el jardinero. La puerta de Godofredo estaba

abierta, porque Nepomuceno había empezado sus via–

jes

é

iba amontonando la madera en el primer cuarto.

El jardinero se había callado delante del señor Ber–

nard, que, vestido con una bata de

cas~

de seda color

violeta, tenía un aire imponente.

-Ya podíá usted pedir lo que se le debe sin gritar,

le dijo el señor Bernard.

-Sea usted justo, mi querido señor, dijo el jardi–

nero, tenían ustedes que pagarme todas las semanas,

y hace ya tres meses, diez semanas, que no he reci–

bido nada y me están debiendo doscientos veinte fran–

cos. Estamos acostumbrados á alquilar flores á gente

rica que nos paga tan pronto como deseamos,

y

esta

es la quinta vez que vengo sin resultado. Tenemos

que pagar nuestros alquileres

y

nuestros obreros,

y

créame que yo no soy mucho más rico que usted. Mi

mujer, que les traía á ustedes leche

y

huevos, no

vendrá tampoco esta mañana. Le deben ustedes ya

treinta francos, y ella prefiere no venir por no ator–

mentarles, pues mi mujer es muy buena. Si yo le hi–

ciese caso á ella, me sería imposible comerciar. Por

eso yo no puedo hacerle caso, <comprende

usted~

En este momento salió Augusto vestido con una

mala levita de paño verde y un pantalón del mismo

color, una corbata negra y unas botas viejas. Este

traje, aunque cuidadosamente cepillado, acusaba la

indigencia llegada al último extremo, pues eran las

prendas demasiado cortas y estrechas, de modo que

el

estudiante parecía que iba á reventarlas al menor

.,