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qo

EL REVERSO

del que se resigna á soportarla; la miseria avasalla–

dora que quiere, debe y no puede hacer lo que desea,

y

que entonces invierte el uso de todos sus pobres

muebles. Un olor fuerte y nauseabundo .. salía de

aquella habitación, que rara vez se limpiaba.

La antesala, donde se encontraba Godofredo, era

por lo menos conveniente, y éste comprendió que

servia para ocultar los horrores de la que ocupaban

el nieto y

el

abuelo. Esta antesala, empapelada, es–

taba amueblada con cuatro sillas de nogal, una me–

sita, un retrato del Emperador hecho por Horado

Vernet, el retrato de Luis XVIII, y los de Carlos X y

el príncipe Poniatowski,

el

amigo sin duda del suegro

del señor Bernard. La ventana estaba provista de cor–

tinaS' de indiana con franjas y ribetes encarnados.

Godofredo, que esperaba á Nepomuceno, viendo

que éste subía una carga de leña, hizo que la descar–

gase con mucho cuidado en la antesala del señor Ber–

nard, y, con una prudencia que probaba los pro–

gresos que había hecho el iniciado, cerró la puerta

del tugurio para que el muchacho de la viuda Vau–

thier no pudiese darse cuenta de la miseria del an–

ciano.

La antesala estaba entonces ocupada por tres jar–

dineras llenas de magníficas flores, dos· oblongas

y

una redonda, las tres de palisandro y sumamente

elegantes; así es que Nepomuceno no pudo menos de

decir, después de haber colocado la leña en

el

suelo:

-¡Es muy bonito esto!. .. ¡Y debe costar caro!. ..

--Juan, no haga usted tanto ruido ... gritó

el

señor

Bernard.

-{LO oye usted? dijo Nepomuceno á Godofredo .

Ese pobre viejo debe estar tocado.

-Y {sabes tú como estarás á su

edad~

-¡Oh! ¡ya lo creo que lo sél respondió Nepomu-

ceno. Estaré en un azucarero.

-{En un azucarero?

-Sí, porque sin duda habi,"án hecho negro con