DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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Godofredo se inclinó.
-Yo, que desde hace cinco años vengo sufriendo
la pasión de Jesucristo cada quince días; yo, que du–
rante treinta
y
seis años he representado á la socie–
dad, al gobierno, que era entonces un juez público ,
y
que ya comprenderá usted que no tenía ilusiones,
no tengo hoy más que dolores. Pues bien , caballero, ·
la atención que tuvo usted de cerrar la puerta de la
leonera en que mi nieto y yo dormimos, esa pequeñez
ha sido para mi el vaso de agua de que habla Bos–
suet ... 51, he
s~ntido
en mi corazón ... en este cora–
zón seco, que ya no da lágrimas, del mismo modo
que mi cuerpo no da sudor, he vuelto á sentir la úl–
tima gota de este elixir que, en la juventud, nos hace
ver bellas todas las acciones humanas,
y
venía á ten–
derle á usted esta mano, que no tiendo más que á mi
hija; venía á traer á usted esta rosa celeste de la
creencia en el bien...
-Señor Bernard, dijo Godofredo acordándose de
las lecciones del bondadoso Alain, yo no he hecho
nada para que me esté usted agradecido ... Se engaña
usted.
-1Ahl Jeso es franqueza! repuso el ant!guo ma–
gistrado. 1Eso me agrada! Iba á afearle á usted su
conducta, pero dispénseme. Ahora le quiero. Si es
usted librero
y
viene usted á ver si puede quitarle mi
obra á la compañía Barbet, Metivier y Morand, todo
se explica... Me ha hecho U!'lted anticipos como me
los hicieron ellos; únicamente que usted los ha hecho
con más caballerosidad.
-~Es
la Vauthier la que acaba de decirle á usted
que soy librero) preguntó Godofredo al anciano.
-Si, respondió éste.
-Pues bien, señor Bernard , para saber si yo puedo
darle
á usted más de lo que le han ofrecido esos se–
i\ores, me seria preciso saber los tratos que han he–
cho ustedes.
-Es claro, repuso el antiguo magistrado, que se
1!