EL REVERSO
reloj del barrio, cuando el curioso Godofredo llamó
suavemente á la puerta de su vecino. Augusto salió
á
abrir, pues como que era sábado, el joven tenía la
noche libre. Godofredo lo vió vestido con una levita
de terciopelo negro, una corbata azul de seda y un
pantalón negro bastante decente; pero su asombro al
ver al joven tan diferente de antes, cesó cuando es–
tuvo en la habitación de la enferma. Allí comprendió
la necesidad que tenían el padre y el hijo ' de estar
bien vestidos.
En efecto; la oposición entre la miseria del cuarto.
que había visto por la mañana y el lujo de aquella
habitación era demasiado grande para que Godofredo
no quedase como deslumbrado, á pesar de que estaba
acostumbrado
á
las elegancias y esplendores de la
riqueza.
Las paredes, que estaban tapizadas con seda ama–
rilla, adornada con bordados de seda verde de un
tono vivo, daban una gran alegría
á
aquel cuarto,·
cuyo frío pavimento estaba cubierto con
un~
alfombra
de fondo blanco sembrada de flores. Las dos venta–
nas, provistas de hermosos cortinajes forrados de seda
blanca, estaban tan llenas de jardineras, que formaban
dos preciosos ramilletes. Unos visillos impedían ver
desde afuera esta riqueza, tan rara en aquel barrio. El
maderamen, pintado
á
la cola de un color blanco
puro, estaba realzado por algunos filetes de oro.
En la puerta, un pesado cortinaje con pintitas,
fondo amarillo
y
hojas extravagantes, ahogaba el
ruido del exterior. Este magnífico cortinaje era obra
de la enferma, que trabajaba como un hada cuando.
tenía las manos buenas.
En el fondo de la habitación
y
enfrente de la
puerta~
la chimenea ofrecía
á
las miradas unos adornos de ex–
cesivo gusto, únicas reliquias de la opulencia de
aquellas dos familias, esto es, un curiosísimo reloj.
Un elefante sostenía una torre de porcelana , de donde
salían profusión de
flores ~
dos candelabros
y
preciosas