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EL REVERSO
Aquella voz hacía el efecto de un concierto. El
alma, el movimiento y la vida se habían concentrado
en la mirada y en la voz; pues Vanda, gracias al es–
tudio y á los esfuerzos que había hecho, había logrado
vencer las · dificultades que provenían de la pérdida
de los dientes.
-Enmedio de la: espantosa desgracia que me ago–
bia, aún soy feliz, caballero, porque, al menos, la
fortuna es un gran auxilio para poder soportar los
sufrimientos. Si hubiésemos estado en la indigencia,
hace ya muchos años que estaría muerta; pero vivo
y
tengo goces que son tanto más vivos por cuanto que
son perpetuas conquistas hechas á la muerte... Me
dirá usted que soy una charlatana, replicó sqnriendo.
-No, señora, dijo Godofredo. Mi gusto seria oírla
hablar siempre, pues no he oído voz comparable
á
la de usted ... es una música: Rubini no resulta tan
encantador.
-No hable usted de Rubini ni de los Italianos,
dijo el anciano con tristeza. A pesar de nuestra riqueza,
me ha sido imposible dar
á
mi hija, que es una gran
música, ese placer que tanto apetece.
-Dispénseme usted, dijo Godofredo.
-Ya se irá usted acostumbrando á nuestras cosas,
dijo el anciano.
· -He aquí el procedimiento, dijo la enferma son–
riendo. Cuando le haya dado á usted el alto varias
veces, llegará usted á comprender el intríngulis de
nuestras conversaciones.
Godofredo cambió una rápida mirada con el señor
Bernard, el cual, al ver que las lágrimas asomaban á
los ojos de aquel, se puso un dedo sobre los labios
para recomendarle que conservase el heroísmo que él
y su nieto venían teniendo hacía ya siete años.
Aquella sublime y perpetua postura, que acusaba
la completa ilusión de la enferma, producía en aquel
momento en Godofredo el mismo efecto que el que le
hubiera producido la contemplación de un precipicio.