EL REVERSO
En efecto; después de titubear un poco,
el
señor Ber–
nard volvió sobre sus pasos
y
fué á unirse á Godo–
fredo.
-¡El viejo moscardón va á quitarle de la cabeza
que venga! se dijo la viuda Vauthier. Esta es la se–
gunda vez que me hace lo mismo ... ¡Pero paciencia!
dentro de cinco días tiene que pagar el alquiler,
y~
como se retrase en lo más mínimo, lo pongo de pati–
tas en la calle. El señor Barbet es una especie de tigre
á .quien no hay necesidad de excitar, y... Pero qui–
siera saber lo que le dice... ¡Felicidad! ¡Felicidad!
¡pelona del infierno! {vendrás de una vez? ... gritó la
viuda con su voz bronca y formidable, pues había
tomado su voz atiplada para hablar con Godofredo.
La criada, muchachota colorada y vizca, acudió.
-Vigila la puerta algunos instantes, {me
oyes~
vuelvo dentro de dnco minutos.
Y la señora Vauthier, antigua cocinera del librero
Barbel, uno de los más duros prestamistas, siguió los
pasos de sus dos inquilinos, de modo que pudiese
espiarlos de lejos y que pudiese encontrar á Godofredo
cuando la conversación entre el señor Bernard y él
hubiese acabado.
El señor Bernard iba despacio, como un hombre
indeciso ó como un deudor que busca razones para
justificarse ante un acreedor que acaba de dejarle en
las peores disposiciones.
Godofredo, aunque iba delante, le miraba fingiendo
que examinaba el barrio. Hasta llegar
á
la mitad de
la gran calle de árboles del jardín del Luxemburgo,
el señor Bernard no se dirigió
á
Godofredo.
-Dispense usted, caballero, dijo
el
señor Bernard
saludando á Godofredo, que le devolvió el saludo. Le
pido mil perdones si le detengo sin tener el honor de
conocerle; pero {ha pensado usted bien lo que va
á
hacer trasladándose á la horrible casa en que yo
vivo~
-Pero, caballero...
-Sí.,. repuso el anciano interrumpiendo
á
Godo-