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EL REVERSO

soltero y que quería arreglarse con la conserJe para

que se cuidase de su habitación.

Ante esta insinuación, la portera tomó un aire

sumamente amable y le dijo:

-No ha podido venir el señor á mejor sitio que

éste, porque, excepto los días de mercado, el bulevar

está uesierto como el estanque Pontins.

-{Conoce usted el estanque Pontins? le preguntó

Godofredo

-No, señor; pero en uno de los pisos vive un se–

ñor anciano cuya hija está en la agonía, y que dice

eso, y yo lo repito. Mucho se alegrará ese señor al

saber que desea usted tranquilidad y reposo , porque

un inquilino que fuese un general Tempestad antici–

paría la muerte de su hija... En el segundo piso te–

nemos dos especies de literatos que entran en casa á

las doce de la noche

y

salen á las ocho de la mañana.

Dicen que son autores , pero yo oo sé dónde ni cuándo

trabajan.

Mientras hablaba de este modo, la portera había

llevado á Godofredo á una de esas horribles escaleras

de ladrillo y madera, materiales que se avienen tan

mal, que no se sabe si es la madera la que quiere

dejar al ladrillo,

ó

los ladrillos los que se cansan de

verse aprisionados por la madera, resultando de aquí

que estos dos materiales tienen que ser fortificados

por provisiones que se interponen entre ambos , de

polvo en verano y de barro en invierno . Las paredes

de yeso agrietadas estaban provistas de más inscrip–

ciones que ha podido inventar nunca la academia de

bellas letras. La portera se detuvo al llegar al primer

descansillo .

-Aquí el señor tiene dos cuartos contiguos y muy

l impios; enfrente están los del señor Bernard . Este

señor es el mismo de que hablé á usted hace un mo–

mento

y

es un hombre muy decente. Está condeco–

rado , pero al parecer ha tenido muchas desgracias,

porque no lleva nunca su condecor. . . Primero, estuvie-

~