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EL REVERSO
mensal. Vivía en el piso bajo, que daba al bulevar,
y de ese modo guardaba ella misma la casa, ayudada
por un gran perrazo, por una criadota y por un cria–
dito que limpiaba las botas, los cuartos y hacía los
recados, dos pobres como ella, en armonía con la mi–
seria de la casa , con la de los inquilinos y con el aire
salvaje y desolado del jardín que precedía á la casa.
Ambos eran muchachos abandonados por sus fa–
milias, y á quienes la viuda Vauthier daba la comida
por todo salario,
¡y
qué comida! El muchacho, á quien
Godofredo entrevió, llevaba por librea una blusa he–
cha girones, escarpines en lugar de zapatos, y para
andar por fuera unos zuecos. Desgreñado como un
gorrión que sale de tomar un baño, con las manos
negras, iba á trabajar midiendo leña en los puestos del
bulevar, después de haber hecho el servicio de la
mañana; y, una vez que acababa su tarea, ó sea
á
las cuatro y media, hora en que se retiran los puestos
de leña, reanudaba sus ocupaciones domésticas. Iba
á buscar á la fuente del Observatorio el agua necesa–
ria para la casa, que la viuda proporcionaba á los in–
quilinos, así como pequeños hacecitos de teas cortadas
y fabricadas por él.
Nepomuceno, pues tal era el nombre de aquel es–
clavo de la viuda Vauthier, entregaba lo que ganaba
á su a,ma. En verano, aquel pobre abandonado se
c.,pn.vertía en criado de los taberneros de la barrera, á
quienes servía los lunes y los domingos . La viuda lo
vestía entonces convenientemente.
Respecto á Ja muchacha, hacía de cocinera bajo la
dirección de la viuda Vauthíer, y, durante el tiempo
que le quedaba, la ayudaba en su industria, pues
aquella viuda tenía una profesión: hacía escarpines de
orillo para los vendedores ambulantes.
En una hora, Godofredo supo todos estos detalles,
pues la viuda lo paseó por todas. partes y le enseñó la
casa, explicándole su transformación. Hasta
1828
ha–
bía sido un' criadero de gusanos de seda, más bien