DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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ron servidos por un criado que era de la provincia, y
lo despidieron hace ya tres años... El hijo de la se–
ñora lo hace desde entonces todo: arregla la casa ...
Godofredo hizo un gesto.
-¡Oh! exclamó la portera, no tenga usted cuidado,
no le dirán á usted nada. Nunca hablan con nadie .
Este señor está aquí desde la Revolución de julío;
vino el año
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1...
Son gentes de provincia que de–
bieron quedar arruinadas con el cambio de gobierno.
Son orgull<?_sos y están siempre taciturnos como pe–
ces ..• Hace cuatro años que no quieren aceptar nin–
gún servicio mío por temor
á
tener que pagármelo...
Cinco francos al 'abo del año es lo único que gano
con ellos ... No ocurre lo mtsm.o con los autores, que
me dan diez francos al mes nada más que porque diga
que se han mu,dado de casa á todos los que vengan
á
preguntarme .por ellos.
Esta charlatanería hizo esperar
á
Godofredo que
tendría una aliada en la portera, la cual le dijo, al
mismo tiempo que le alababa la
~bridad
de los
dos gabinetes y de los dos cuartos, que no era por–
.:era, sino más bien la mujer de confianza del propie–
tario, que, hasta cierto punto, le tenía confiada la
administración de la casa.
-Crea usted , señorito, que se puede tener con–
fianza en mí, pues la señora Vauthier que ve usted
aquí, preferería morirse á quitar un céntimo
á
nadie .
La señora Vauthier no tardó en ponerse de acuerdo
'con Godofredo, el cual tomó la habitación por meses
y amueblada. Aquellos miserables cuartos de estu–
diantes ó de autores desgraciados, se alquilaban amue–
blados ó sin amueblar. Las vastas buhardillas del
edificio contenían los muebles. Pero el señor Bernard
había amueblado él mismo el cuarto que ocupaba.
Haciendo hablar á la Vauthier, Godofredo com–
prendió que su intención era poner una modesta casa
de huéspedes; pero, en cinco años, no había podido
encontrar entre los inquilinos más que un solo co-