DE LA lUSTORIA CONTEMPORÁNEA
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tablas de madera que rodeaban los jardines cena–
gosos, ó á lo largo de las casas, por estrechos sende–
ros que, gastados á fuerza de andar, no tardaban las
aguas en convertir en arroyos.
A fuerza de buscar, acabó por encontrar la casa
indicada,
y
llegó á ella, no sin trabajo. Era evidente–
mente una antigua fábrica abandonada. El edificio,
bastante estrecho, ofrecía á la mirada una alta pared
perforada por multitud de ventanas sin ningún adorno;
pero estas aberturas cuadradas no existían en el piso
bajo, donde no se veía más que una miserable puerta
de dos hojas.
Godofredo supuso que el propietario había hecho
de aquel edificio pequeños cuartos para alquilar, por–
que encima de la puerta se veía un. letrero hecho á
mano concebido en estos términos:
Varios cuartos
para alquilar.
Godofredo llamó, pero nadie acudió,
y,
estando esperando, una persona que pasaba le advir–
tió que la casa tenía una entrada por el bulevar,
donde sin duda encontraría quien
k.
informase.
Godofredo siguió este consejo
y
V'ió, en el fondo de
un jardinito que se extendía á lo largo del bulevar, la
fachada de aquel edificio, que estaba algo escondida
por los árboles. El jardinito, bastante mal cuidado,
formaba una pendiente
y
era 'lína especie de foso, á
causa de la diferencia de altura que existe entre el bu–
levard
y
la calle de Notre-Dame des Champs. Godo–
fredo tomó una calle de árboles del jardinito
y
al ex–
tremo de ella vió .una mujer cuyas estropeadas ropas
estaban en perfecta armonía con la casa.
-{Es usted el que ha llamado en la calle de Notre–
Dame? le preguntó la anciana.
-Sí,
señora ... {Es usted la encargada de enseñar
las
habitaciones~
· Ante la respuesta afirmativa de aquella portera de
edad dudosa, Godofredo le preguntó si la casa estaba
habitada por gente pacífica,
y
dijo que se entregaba
á ocupaciones que exigían silencio
y
reposo, que era