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EL REVERSO

nuestra actividad se redobla. Si le confío el secreto de

nuestra orden naciente, es porque tiene usted que

conocer al médico del distrito adonde va usted desti–

nado, el cual médico es el que nos ha dado los informes

que poseemos. Este visitador se llama Berton, y el

doctor Berton vive en la calle del Enfer. Y ahora, he

aquí el hecho. El doctor Berton cuida á una señora

cuya enfermedad parece incurable..Esto no nos im–

porta, porque es cosa del facultativo; nuestra misión

es descubrir la miseria de la familia de esta enferma,

miseria que el doctor sospecha que es espantosa, y

escondida con una energía y un orgullo que exigen

todos nuestros cuidados. Antes, hijo mío, yo hubiera

bastado para llevar á cabo esa labor; pero hoy la obra

á que voy á dedicarme exige un ayudante en mis cua–

tro distritos, y usted será ese ayudante. Esa familia

vive en la calle de Notre-Dame des Champs, en una

casa que da al boulevard del Mont-Parnase. Allí en–

contrará usted una habitación para alquilar, y debe

averiguar la verdad durante el tiempo que habite

usted dicha habitación. Para usted, observe una

sórdida avaricia; pero respecto al dinero que sea ne–

cesario dar, no se preocupe usted, pues yo le entre–

garé las sumas que se juzguen necesarias, una vez

que hayamos hecho entre nosotros un examen dete–

nido de las circunstancias. Pero estudie usted bien la

moral de esos desgraciados. El corazón y la nobleza

de sentimientos son nuestras hipotecas. Avaros para

nosotros, generosos con los que sufren, debemos ser

prudentes y calculadores, toda vez que sacamos nues–

tros recursos del tesoro de los pobres. Mañana por

la mañana váyase usted allá y piense en todo el poder

de que dispone. ¡Los hermanos están con usted!

-¡Ah! exclamó Godofredo, ansío tanto ejercer el

bien y ser digno de pertenecer á la sociedad algún

día, que le aseguro á usted que no me dormiré.

-¡Ah! hijo mío, una última recomendación. La

prohibición de reconocerme sin la señal concierne