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EL REVERSO
sabe~
acaso un año, llevando la caja, los libros, y
penetrando en los hogares de ciento
ó
ciento veinte
familias pobres, extraviadas iin duda por la miseria,
antes de haberlo sido por las malas lecturas. Sin em–
bargo, nos veremos aquí todos los domingos y dias
de fiesta ... Como hemos de vivir en el mismo
b~rrio,
le indico á usted la iglesia de San Jacobo como lugar
de cita; iré á oir misa allí todos los días á las siete y
media de la mañana. Si me encuentra usted en alguna
tttro parte, haga como si no me conociese, á no ser
que me viese frotarme las manos como si estuviese
satisfecho. Este es uno de nuestros signos. Tenemos,
como los sordomudos, un lenguaje por gestos cuya
importancia y necesidad no tardará usted en com–
prender.
Godofredo hizo un gesto, que el buen Alain debió
comprender, porque se sonrió, y prosigió en estos
términos:
-Ahora, he aqui nuestra misión. Nosotros no ejer–
cemos la beneficencia ni la filantropía que usted co–
noce, y que se dividen en varias ramas explotadas,
cual si !uese un comercio, por otros tantos rateros;
nosotros practicamos la caridad tal como la define
nuestro grande y
~ ublime
San Pablo, y opinamos que
ella es la única que puede curar las llagas de París.
Para nosotros, la desgracia, la miseria, el sufrimiento,
las penas,
el
mal, sea cualquiera la causa de que pro–
cedan y la clase social en que se manifiestan, tienen
los mismos derechos. Sea cual fuere su creencia ó sus
opiniones, un desgraciado es ante todo un desgra–
ciado, y nosotros no debemos hacerle volver al regazo
de nuestra santa madre la Iglesia hasta después de
haberlo salvado de la desesperación ó del hambre.
Además, debemos convertirle más bien con el ejem–
plo y con la dulzura que con otra cosa, pues creemos
que Dios nos ayuda en esto. Toda violencia es consi–
derada, pues, como mala. De todas las miserias pari–
sienses, las más difíciles de descubrir y las más te-
.,