DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
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igualmeñte á los demás señores, á la señora y hasta
á los criados de la casa. La necesidad del incógnito
absoluto en nuestras empresas es. tan grande y nos
vemos tan obligados á guardarla, que hemos hecho
de él una ley. Por otra parte, debemos permanecer
ignorados, perdidos en París... Piense usted, mi que–
rido Godofredo, en el espíritu de noéstra: orden, que
consiste en no desempeñar nunca
el
papel de bienhe–
chores, y sí únicamente el papel de sencillos interme–
diarios. Nos presentamos siempre como agentes de •
una person..a piadosa y santa (<no trabajamos siempre
por Dios?),"a fin de que no se crean obligados á es–
tarnos agradecidos ó que no nos tomen por personas
ricas. La humildad verdadera y sincera, y no la falsa
humildad de las gentes qoe ta afectan para hacerse
más visibles, debe inspirar á usted y dirigir todos sus
pensamientos... Puede usted estar contento de haber
logrado esto; pero mientras animen á usted senti–
mientos de vanidad ó de orgullo, no será usted digno
de entrar en la orden. Hemos conocido dos hombres
perfectos: uno de ellos, que fué
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de nuestros fun–
dadores, era el juez Popinot; respecto al otro, que se
ha dado á conocer por sus obras, es un médico de
aldea, que hizo célebre su nombre en una comarca;
éste, mi querido Godofredo, es uno de los hombres
más grandes de nuestros tiempos; ha hecho pasar á
toda una comarca del estado salvaje al estado prós–
pero, del estado irreligioso al estado católico, de la
barbarie á la civilización. Los nombres de estos dos
hombres están grabados en nuestros corazones
y
nos
los proponemos como modelos. Nos consideraríamos
muy felices si pudiésemos tener algún día en París la
influencia que tuvo este médico de aldea en su co–
marca. Pero aquí la llaga es inmensa, y por ahora el
curarla es obra superior á nuestras fuerzas. Que Dios
nos conserve mucho tiempo á la señora, que nos
envíe algunos ayudantes como usted, y acaso podre–
mos dejar una institución que atraerá muchas bendi-